El Universo se rige por el azar. Las cosas humanas también. ¿Justifica
esto la fantasía onanista de una vida entregada a mirarse el ombligo? Por otra
parte, aceptar las fantasías de otros ¿no es la más terrible traición? ¿Poesía
pequeñoburguesa o realismo revolucionario? ¿Cola-Cao o Nesquick? Hemos llegado
a ser lo que somos por la puramente azarosa concatenación de pequeños eventos
que podrían haber sido cualesquiera otros muy fácilmente. Es pueril pensar que
no seríamos personas muy distintas en otras circunstancias, así que ¿cuál es el
auténtico valor de nuestras convicciones? ¿Y el de las de los demás?
Una rosa es una rosa es una rosa esto no es una pipa… y yo
que siento empatía por todo y por todos, que todo lo puedo comprender y
explicar, que puedo ser el más indulgente con las faltas ajenas, no me podría
perdonar a mí mismo si solamente hubiese abandonado la tumba para unirme al
coro cuando la partitura carece de los atributos que me hacen disfrutar de la
música.
La libertad es una abstracción que presenta todos los suaves
matices de la irrealidad onírica y, sin embargo, es algo de lo que podemos
estar siempre seguros: en su ausencia nos ahogamos. Y juro que no miento cuando
digo que sería maravilloso vivir la hermandad con los hombres en la búsqueda
melancólica del mundo perfecto. Pero hermandad e identidad son categorías muy
distintas. A mí la identidad me cae a desmano desde que tengo algún recuerdo.
¿Cuántos no sentimos lo mismo? ¿Nos convierte eso en traidores?¿En inútiles
para la causa humana, sea ésta cual sea? Probablemente. No servimos para
trabajar en la cadena de la fábrica, ni para
hacerle la pelota al secretario del Partido, ni siquiera para tomarnos
realmente en serio a nosotros mismos. Siempre hemos estado fuera de lugar.
Somos monos con los cojones azules. La gente nos tira cacahuetes.
Fumamos grifa en una antigua pipa de mármol. Nunca seremos protagonistas de
ningún gran drama histórico. Nunca haremos el brindis de Navidad deseando feliz
año a todos y a todas. Nunca nos sentiremos ofendidas si un caballero nos deja
pasar sosteniendo la puerta. Nunca salvaremos una lengua de su desaparición.
Nunca ganaremos una guerra, ni siquiera la perderemos. Somos cobardes y osados,
así que moriremos a primera hora. No formaremos jamás parte de ningún rebaño, a
no ser que haya poderosas razones para ello. Nuestra libertad es una diosa golosa
y sólo se rinde ante dioses igualmente
poderosos.
Y sin embargo, o quizás por todo ello, nuestra libertad está
impaciente, ansiosa por entregarse a la orgía de la Gran Lucha, como quien se
entrega al amante, en rendición incondicional. Pero no aparece el príncipe
azul, sólo gañanes envejecidos, jamelgos cojos que ya lo han dado todo en las
carreras equivocadas. Nadie ha visto al príncipe azul desde ni se sabe cuándo.
Lo que transforma una algarada en una rebelión es la
idea que la sustenta. Es lo que convierte a un potrillo en un purasangre. Estás invitado al grupo de La tumba abierta en facebook: serás muy bien recibido en él.
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